A pesar de no ser una comida originaria de nuestra tierra, la pizza se ha transformado ya hace décadas en un clásico de la mesa de los argentinos. Quienes tomaron nota de ello 40 años atrás fueron Norma y Ernesto cuando, en un modesto local de Luis Guillón, decidieron abrir su primera pizzería llamada Baretta que años más tarde trasladaron a Tristán Suárez. Desde ese entonces no pararon de crecer convirtiéndose en un clásico de los viernes de las familias suarenses.

Ubicada en un lugar estratégico, a media cuadra de Gaddini y en diagonal al Estadio 20 de Octubre, Baretta es una de las casas de comidas más antiguas del distrito que se mantiene en pie: 33 años los separan de su mudanza definitiva (ya que en un principio mantuvieron los dos locales abiertos) a la ciudad lechera; previo a este hecho, Ernesto y Norma eran encargados del buffet del Club Lavallol, en el que soñaban con la casa y el local propio.

El origen del nombre es bastante peculiar. Esta entrañable pareja, mientras trabajaba en el buffet, miraba la serie Baretta: “Era un policial de mediados de los 70’ en el que el detective Baretta siempre comía pizza. En cada capítulo que veíamos le decía a mi marido que si lográramos abrir nuestra propia pizzería íbamos a ponerle Baretta”, rememoró Norma.

Si bien Ernesto solía visitar estos pagos desde temprana edad para ver a sus familiares, no imaginaba que tiempo después echaría raíces en Tristán Suárez, y mucho menos aún, que serían junto a Norma y su hija Debi los comerciantes más queridos del lugar

“Somos lo que somos gracias a nuestros clientes que siempre nos acompañan”, reconoció Norma, quien a su vez confesó: “El secreto es mantener la calidad de la materia prima y los precios. Nosotros tenemos la posibilidad de ofrecer buenos productos a buen precio porque no alquilamos, tenemos esa suerte”.

Con solo atravesar las puertas de Baretta ll, su aroma a cebolla rehogada y salsa recién hecha denota la frescura de los platos que ofrecen: “Nuestras pizzas y empanadas son bien caseras, cocinamos como lo hacemos para la propia familia” destacó su dueña.

Además de pizzas y empanadas, también hacen milanesas y papas fritas: “Decidimos hace un tiempo incorporar este menú para tener una entrada más y poder pagar el sueldo de Norma, mi tocaya, que es nuestra empleada y hace más de diez años es parte del equipo”.

En estas tres décadas, Baretta ll supo atravesar escenarios buenos y malos. Dentro de los positivos y más anecdóticos se encuentra la colocación del primer teléfono semipúblico de Tristán Suárez. Allí iban los vecinos con sus monedas de 25 y 50 centavos a llamar a familiares y amigos.

“Poner la línea de teléfono nos sirvió para empezar con el delivery, llegamos a tener 6 motos trabajando, fuimos los primeros de la zona en realizar envíos a domicilio”, subrayó Norma. Hoy en día, con un caudal de pedidos menor, Ernesto y su bicicleta son los encargados de que la pizza llegue calentita a los clientes más cercanos.

Sus productos estrellas son la pizza de la casa (con jamón y morrones) y la fainá, que es elaborada de manera artesanal. Todas ellas son realizadas con productos de primera calidad en hornos especiales de pizza al molde que cocinan de forma envolvente, generando una masa de piso crocante y superficie esponjosa.

No es una novedad que los comerciantes de nuestro país deben atravesar situaciones económicas difíciles con frecuencia y que son expertos en sobrevivir; Baretta II no es una excepción a la regla: “Esta es la quinta crisis económica que atravesamos: la primera fue la de Alfonsín, la del final del gobierno Menem, la del 2001, la pandemia y ahora esta, pero no pensamos bajar los brazos”, aseguró Ernesto.

Baretta ll supo ganarse un lugar en mesa de cada vecino de Tristán Suárez. No caben dudas que a pesar del crecimiento comercial que atraviesa nuestro distrito los locales clásicos y emblemáticos siguen siendo elegidos, no solo por tradición, sino por la calidez de sus dueños y la calidad de sus productos. En pocas palabras, la combinación perfecta para ser exitosos en cualquier rubro.